Gonzalo Chávez es, probablemente, el más mediático de los analistas económicos.Además, tiene fuerte presencia en redes sociales y es columnista de este medio desde su fundación.
Muchas voces hablan de la crítica situación de la economía boliviana por la caída de las reservas, el alto nivel de déficit, entre otros factores. El Gobierno, por el contrario, asegura que nos va tan bien que estamos entre los mejores de la región en crecimiento e inflación. El ministro de Economía, Marcelo Montenegro, ha sido invitado reiteradamente para una entrevista con este medio (la última vez ha sido el miércoles pasado) para que explique a los lectores los pormenores de la situación, pero no nos ha dado una respuesta.
Nuestros lectores necesitan saber cuál es la verdadera situación y si tienen motivos para preocuparse, así que recurrimos, entonces, a la voz autorizada de Gonzalo Chávez, quien fue director de Maestrías para el Desarrollo de la Universidad Católica Boliviana y ahora es profesor de la misma.
¿La situación económica es para preocuparse?
Desde la perspectiva de algunos indicadores macroeconómicos es para preocuparse, ya desde hace ocho o nueve años. Ahora han saltado algunos indicadores como la caída de las reservas internacionales o la caída en los ingresos tributarios del sector hidrocarburos. Preocupa que no estemos viendo la caída de las reservas internacionales, el déficit público, la enorme economía informal y la desaparición prácticamente del sector hidrocarburos. Es decir, se tiene que hacer otro diagnóstico, que no sea la superficie macroeconómica a la que nos tiene acostumbrados el Gobierno, que dice que el PIB está creciendo al 4%, cuando sabemos que ese crecimiento es bastante desigual. Por ejemplo, el sector hidrocarburos decreció el año pasado en -8% y eso va a ser muy importante para explicar la caída de las reservas internacionales. Hay una inflación baja del 3%, pero oculta una inflación reprimida en base al déficit público y en base a subsidios que están por encima de los 2.000 millones de dólares entre hidrocarburos y alimentos. O una tasa de desempleo que es presentada como un un gran logro, cuando en realidad oculta uno de los problemas más serios de Bolivia, que es la precariedad del empleo, que no debería llamarse empleo porque en realidad son estrategias de sobrevivencia. Entonces, sí es para preocuparse por dos tipos de problemas: los de superficie, pero también los problemas de agotamiento del modelo primario exportador comerciante y centralista que el Gobierno ha implementado los últimos 16 años.
Si es una situación que viene desde hace ocho o nueve años, ¿no es más bien una señal de estabilidad tomando en cuenta que durante esta década la crisis no ha explotado?
Justamente eso ocurre cuando uno ve la superficie de los problemas. Es como cuando uno va al médico, te toma la temperatura, te dice que está bajo control, que tus glóbulos rojos y blancos están en equilibrio y que tú estás bien. La narrativa económica del Gobierno establece sus valores de éxito y también sus valores de fracaso; sin embargo, no considera que el cuerpo económico tiene unos tumores hace nueve o 10 años, que son el déficit público en promedio del 7%; no considera la gigantesca economía informal, los problemas serios de productividad, de competitividad, no considera el declive del sector hidrocarburos, no considera los aspectos estructurales. Entonces, la procesión se lleva por dentro.
¿Y esos tumores internos podrían hacer metástasis?
Yo te diría que ya han hecho metástasis y no los queremos ver porque las personas y también las economías pasan por la etapa de la negación. En el sector hidrocarburos, por ejemplo, el año pasado se han importado más de 4.300 millones de dólares y sólo se han exportado 3.500 y por tanto hay un déficit en la balanza siendo Bolivia una potencia gasífera. No queremos ver el problema, pero Bolivia se ha vuelto un importador de hidrocarburos. Junto a eso, se ha producido un fenómeno que ha hecho metástasis hace 10 años y no queremos ver, que es el déficit público, que se asocia en gran medida la caída de los ingresos. El origen del problema es que hemos estrangulado a la gallina de los huevos de oro, que era YPFB, que ha entrado en crisis hace mucho tiempo por descuido de la gente que estaba a cargo de la empresa, que no ha hecho una cosa elemental, que es explorar. Eso ya ha hecho metástasis. Para cerrar eso han tenido que utilizar más reservas internacionales, han tenido que aceptar un déficit público más elevado y la inversión pública ha bajado significativamente. La economía ha hecho metástasis, pero hace mucho rato y recién nos estamos dando cuenta.
¿Cómo impactan las reservas internacionales en el bolsillo de la gente?
Hay dos precios en Bolivia que sirven para los radares de los agentes económicos, empresas, Gobierno, personas, que son el tipo de cambio y el precio de la gasolina; eso ha anclado las expectativas de la gente durante mucho tiempo. Cuando entra Evo Morales establece el tipo de cambio fijo y se mantuvo así porque teníamos 15 mil millones de dólares de reservas internacionales para respaldarlo. El 2014 caen nuestros ingresos significativamente porque baja el precio del gas, de los minerales, de la soya, pero, el Gobierno dice “tranquilos, no se preocupen, vamos a seguir como si nada hubiera pasado, vamos a utilizar para eso las reservas internacionales”. Evo Morales gastó e invirtió 8.625 millones de dólares de los 15 mil millones que había, después vino Añez y gastó 1.700 millones, después vino Arce y gastó otros 1.300 y ahora estamos en 3.500 millones de dólares. El Gobierno hace caer las reservas por sus gastos e inversiones, pero ahora dice que necesita recomponerlas con diversas medidas; eso, por supuesto, va a los radares de los inversionistas y de los agentes económicos, que se preocupan. Eso genera incertidumbre, genera miedo, un miedo que no es causado por la prensa o los analistas económicos, sino por las malas políticas del Gobierno. Hay que preguntar dónde fueron todas esas reservas internacionales; si las hubieran gastado bien, vaya y pase.
Parece raro que un economista liberal como usted defienda el tipo de cambio fijo. ¿Por qué lo hace?
En primer lugar, me quedo honrado que me llamen neoliberal, porque no soy liberal, es otra de las cosas de la narrativa que se construye.
Pero tampoco es un keynesiano ¿o sí?
Yo diría que estoy más próximo a ser keynesiano que liberal, estoy más al centro. Luego de ese paréntesis, sigamos. Lo que pasa es que no debes seguir la receta por seguir la receta. El tipo de cambio en la historia económica de este país es un ancla que ha detenido el barco de la hiperinflación y es muy importante para eso, así se ha construido la estabilidad en Bolivia nos guste o no nos guste. Cambiar eso es muy peligroso; además, el tipo de cambio como está estructurado ahora es inútil tocarlo. Una devaluación, como recomienda la teoría liberal, debería aumentar las exportaciones, pero no lo va a hacer porque la exportación de gas está establecida en un contrato; en minerales somos tamaño de una pulga en el mercado internacional, entonces devalúes o no devalúes te van a seguir pagando más o menos lo mismo y vas a generar inflación y se creará un problema muy grande. Pero, tal vez, el impacto más complicado viene por las importaciones que han pasado de 2.000 a 13 mil millones de dólares, incluyendo contrabando, donde se emplea a más de 3 millones de personas, aunque son empleos de mala calidad. Devaluar para poder exportar más e importar menos, generaría un problema social y económico grave porque se estaría golpeando a la esencia de la generación de empleo en Bolivia.
Y sobre la subvención que es uno de los motivos del déficit, ¿qué hay que hacer?
El déficit público es como el colesterol, hay del bueno y del malo. El déficit por gasto corriente es el malo y el déficit por inversiones es el bueno, pero hemos visto que una buena parte de esa inversión no retorna; por lo tanto, esa distinción entre bueno y malo no funciona.
¿Cuánto por ciento del déficit representan los subsidios?
Más o menos la mitad sería el déficit público. Los subsidios, sin embargo, son otro de los mecanismos que históricamente se han utilizado para la distribución del ingreso. Cuando tenían gas e ingresos significativos por el gas utilizaban parte de eso sin ningún problema para el subsidio de la gasolina, ahora no ocurre eso; por lo tanto, el peso es muy fuerte por pérdida de reservas internacionales y el aumento del déficit público. Entonces, tendrían que cortar mucha cosa superficial e innecesaria que existe en el gasto del Gobierno y mejorar los ingresos; y, en el mediano y largo plazo, tendrían que encontrar mecanismos para ir sincerando el precio de la gasolina.

¿Qué significa sincerar el precio de la gasolina?
Sincerar es que en algún momento hagas que el subsidio no sea ciego, porque un subsidio beneficia a ricos, pobres, a todo el mundo y un subsidio por definición debería ayudar al que más necesita, hay muchas alternativas. Por ejemplo, en Irán el Gobierno ha entregado un año antes mil dólares por persona para que la gente se acomode financieramente y después de un año han cambiado el precio de la gasolina. Yo he estado pensando otro camino para que el precio de la gasolina sea una decisión de las personas, que seamos nosotros los que escojamos qué precio pagar, como ocurre con el plan del celular con paquetes, para que las personas que quieran pagar más tengan acceso a un descuento impositivo o una tasa de crédito más favorable. Entonces, las personas, con incentivos económicos, escogen el precio de la gasolina.
¿Qué hay que hacer con las empresas públicas deficitarias?
Haciendo un análisis preciso de empresa por empresa, seguramente hay empresitas que hay que cerrarlas, con criterios no solamente financieros, sino criterios sociales. Empresas que tienen viabilidad económica y social se podría ayudarlas con incentivos de mercado para mejorar su posición, y hay algunas que habrá que cerrarlas, ni siquiera privatizarlas. Y las empresas grandes, de acuerdo a lo que el país necesita. Probablemente habrá que ver empresas con capital mixto, con capital humano nacional, independiente, que coticen en bolsa. Hay muchas maneras para no caer simplemente en la dicotomía estatal-privado.
El Gobierno se jacta de tener uno de los crecimientos más altos de la región y la inflación más baja de Sudamérica. ¿Es eso motivo de orgullo?
En la pregunta te faltó decir “tenemos el crecimiento más alto; no lo decimos nosotros, lo dice el Fondo Monetario Internacional” (sonríe). Esa retórica es como cuando te alegras de que tu suegra te bese. Lo que ocurre con el crecimiento es un efecto rebote. Esto quiere decir que, luego de haber caído -9% por la crisis del covid y el mal gobierno de Añez, ahora estamos apenas por encima del piso. En el año 2021, se ha crecido 6,1% y el 2022, 4%; entonces, el crecimiento ahora da 1%. No hay que enamorarse del número y la propaganda, además de tomar en cuenta el tamaño de la economía. El otro elemento es la inflación. A todos nos gusta que la inflación sea baja; sin embargo, también hay que ver cuáles son los costos. Detrás de esa inflación de 3 puntos están los subsidios de 2 mil millones de dólares y los 12 mil millones de dólares de reservas que se han gastado para mantener el tipo de cambio. Y eso va a reventar porque es insostenible tener un subsidio tan elevado.
Seguramente basada en estos indicadores, la revista The Banker le ha dado una medalla al ministro Montenegro. ¿Es otro beso de suegra?
Cuando los banqueros te dan una medalla tienes que sospechar porque son los que te dan el crédito, los que te prestan la plata. Este tipo de premios están asociados a quién fue el que mayor inversión y gasto público realizó, pero el que te tiene que dar premios es la gente. Cuando el FMI o el sistema bancario te empiezan a elogiar, a mí me preocuparía, es como si tus dos suegras vinieran a darte besitos.
¿Por qué esto no termina de caerse si las cosas están tan mal? ¿Hay una economía oculta que sostiene esto?
En cierta medida sí, pero insisto, hay que repensar qué significa caerse.
¿Ya nos hemos caído y no nos hemos dado cuenta?
No nos hemos dado cuenta, ése es el problema. Asociamos crisis a la UDP, cuando los problemas que tenemos son muy graves; por ejemplo, los ríos de la Amazonia están hechos un desastre, las reservas internacionales están bajas, el sector hidrocarburos ya no te va a dar de comer. Entonces, qué es crisis. Ojalá no lleguemos a la tumba y digamos ahora sí hay crisis.
Se dice que anuncian que viene el lobo, viene el lobo, pero nunca llega.
Pasa que quieren que venga un lobo como el del 1985, pero no entienden que hay decenas de lobitos que se están comiendo la naturaleza, las reservas, el gas, el déficit, la productividad, la calidad del empleo; no vemos eso porque queremos ver simplemente el maquillaje. Si hubiéramos tenido la sensatez de reconocer que el 2014 empezó el problema, no se hubieran gastado 12 mil millones de dólares de reservas.
“El origen del problema es que hemos estrangulado a la gallina de los huevos de oro, que era YPFB”.
“Un fenómeno que ha hecho metástasis hace 10 años y no lo queremos ver es el déficit público”.
“Se genera incertidumbre y miedo por las malas políticas del Gobierno”.
Página Siete